Atigrada la dimensión inocua
esconde zarpas en acecho
cuando la mañana
olvida el naufragio
con estimulantes premoniciones
Es una presencia que intuyo
un olor que pervierte el aire
y alarma
en los reflejos
y las sombras
aún sin rugir
sin saltar
Me siento
a merced de otros instintos
y nada puedo hacer
salvo quedarme quieto
muy quieto
y esperar.
4 comentarios:
Esa sensación de amenaza que en verdad siempre -aún en los momentos más aparetemente seguros- está ahí, no podía ser expresada con más exactitud y hermosura. Eres un maestro en captar esos estados y expresarlos con la precisión y la sutileza de la gran poesía.
Un abrazo.
Abel German
Me encanta, Andrés, esa tensa espectativa del tigre agazapado, esa inminencia de entrega y liberación a un instinto primordial, tan idéntico al origen de la verdadera poesía.
Un abrazo.
Una buena estrategia.
Quedarse quieto.
Saludos cariñosos.
No he podido pasar con la misma asiduidad de antes porque he estado un poco liada con el tiempo. Pero siempre te leo.
Hasta pronto.
Nadie sabrá cuando el tigre clavará garras en el lomo inocente de la vida…hay diferentes formas de esperarlo…una de ellas es quedarse quieto, a lo mejor la fiera, pasa de largo, sin olfatear el fruto sagrado de la tierra… O, si puedes, rúgele más fuerte, que él se puede espantar. Muy profundo Andrés, me gusta tu forma de decir.
Abrazos cariñosos.
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