sábado, 13 de diciembre de 2014

Como un insecto.


 

     Esperarás a que transcurra, se dijo. No sabía bien qué, pero lo dejaba en manos del fluir inevitable y sabía que el polvo antes fue roca y ahora vuela, no solo, pero vuela. Son enseñanzas, gratuitas, así, por el solo hecho de estar y tener los sentidos abiertos, todos, no solo ver, no solo escuchar, no solo hundirse en olores agradables o desagradables que coquetean con sabores u otras excitaciones, todos, también palpar, con pulso, con o sin riesgo, a tono con toda la gama de instantes cálidos o fríos y las texturas más inquietantes o de piel o de espanto, muerte o esas cosas que nos hacen erizarnos por el misterio. Todos los sentidos y más allá de ellos, hundirse en las palabras que concurren a la imagen, cuando acontece o cuando se recuerda, es importante, pues algo allí detrás siempre quiere decirnos un mensaje y uno como que no quiere enterarse, tal vez porque la verdad parece que nos gusta, pero realmente nos aterra. Puede que uno solo quiera que las cosas giren a nuestro alrededor, como los insectos alrededor de la luz y que la realidad sea otra, nosotros seamos los insectos. Puede. Quizá esa es la causa del terror. Esperaré, me dije, asumiendo. Entonces ella entró, como una palabra con rostro y otras implicaciones y quería hablarme, pero me había acomodado al silencio, ese silencio rumoroso del que piensa, pero nada concreto, como si todas las criaturas de los sueños concurrieran en una gran plaza y quisieran ser escuchadas por uno, en este caso por mí. Así que hago un ademán como quién espanta algo e intento sumergirme en el río verbal para liberarme, pero no es fácil. Huella, ella es huella, profunda, de una herida con cuchillo blando, como caricia que corrompe y siento ganas de llorar y lloro, llorar es una excreción de algo más que agua y sales, expulso o lo intento, la frustración que se asocia a su nombre, esa oquedad a la que se aferra su fantasma como el pálido fulgor de una estrella que ha muerto. Sigo esperando pero ya no pienso, seguramente estoy viviendo como un insecto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca será fácil librarse de los recuerdos que, profundos, habitan no sólo en la memoria, si no en nuestro ser, porque en algún momento se fundieron con nuestra esencia...
Y duelen, entonces, cuando sólo ya son eso: recuerdos...

Abel German dijo...

Un texto profundo y con muchas aristas. Entre otras cosas es una reflexión existencial que seguramente dice algo a cualquiera que lo lea. Un abrazo.

Calavera.

Casa que atesora la oquedad dejada por el único que la habitó y tuvo en ella la irrepetible cita con el unive...