Hay
muchas huellas en la arena de mis sueños, arena o cenizas, el lógico trayecto
por las ruinas de un enigmático silencio. Sé que nadie me seguirá por esos
senderos hermanos del humo o nimbos de caducadas lluvias. Arrastro las alas
como un albatros herido sobre la cubierta del mundo ante las burlas de un coro
de sombras, mientras intento picotear palabras divorciadas de los hechos, peces
asfixiándose, mirando sin ver su agonía sin párpados. Siguen las risas y las
huellas viajan como enigmas de una a otra duna, borrando toda constancia de
haber existido, haciendo de la memoria un artificio donde edificar una
justificación íntima, un desacato a las leyes del fracaso. No sé si voy o
vuelvo, si me consolido o desintegro. Quién debiera conocerme, me desconoce tanto
como yo, pedir auxilio es inútil si los demás gritan. Soy un péndulo que oscila
entre verdugo y víctima, me condeno y absuelvo a la par, perpetuando el
desasosiego de los días, alimentando la complejidad de las preguntas y las
dudas para indefensión de las respuestas. La esfinge se crece con la cercanía
del fin. Intento imaginar pájaros, mis pájaros y acuden agresivos a mis ojos
por una ancestral orden de las sombras, temo quedarme ciego o ver otra luz, en
fin, los espanto e invoco a los caballos, pero solo oigo su galope, salvaje, en
la sabana entristada por lejanos
relámpagos. Un meteorito rasga la cúpula y el cielo se desangra. No tengo donde
meterme, se me han agotado los refugios y la noche va a ser larga.
Blog de poesía y aproximaciones. Todo es posible en el territorio del asombro. Balbuceos de criatura encomillada por infinitos desde su soledad compartida.
lunes, 22 de septiembre de 2014
sábado, 13 de septiembre de 2014
Soy Godot.
Soy Godot y nadie me espera. Me gustaría.
Lo pienso y eso me sostiene. Alguien podría esperarme del modo más inocente,
fingiendo ser el que pasa, el que no va a ninguna parte y trasmite su tedio a los parques y a las raras
avenidas semidesiertas, cosa que a veces pasa en las películas o cuando
bombardean quirúrgicamente una ciudad. Uno se acostumbra, ¿no?, a los
bombardeos quirúrgicos. Nos acostumbramos a imaginar que nos esperan y que todo
extraño es una pieza del puzle con la cual encajamos perfectamente. Piensas.
Uno piensa y eso entretiene. Soy Godot y espero me esperen hasta desesperar.
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Calavera.
Casa que atesora la oquedad dejada por el único que la habitó y tuvo en ella la irrepetible cita con el unive...

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