miércoles, 21 de octubre de 2009

Yo soy la mujer del hombre que morí.

Yo soy la mujer
del hombre que morí
en una guerra que no era mi guerra
yo soy el hombre de esa viuda
y el padre de los huérfanos
yo soy el hijo de este muerto que soy
de esa cifra en un parte cualquiera

Mis camaradas siguieron hacia el sur
donde
relámpagos y cañonazos
rasgaban el azul
y el cielo se caía a pedazos

Me pudro
se pudre mi hombre bajo un sol extraño
el mismo sol
que mi mujer
mis hijos
verán mañana

Él no lo verá

Un pájaro ciego se precipita
en la negra confusión de las balas
sin fe
sin alas.

3 comentarios:

cAc dijo...

En esa “desguerra” me vi aleteando, y opté por desenvainar el machete. Escaramuzas. Vencidos al borde las rutas. Tinta negra en las venas. Me senté como los otros, y descubrí que tus versos eran el remedio para el olvido. No me verás detrás de ese rectángulo blanco como la paz, con floripondios en la escritura, el cinto ajustado y las manos tecleando un piano de letras. No me verás. El tiempo se me esconde, las palabras se me amontonan, y no logro decirte que en cada verso, disfruto tu palabra. La del poeta, la del amigo. Soy par de ojos miopes escudriñando las dunas. cAc.

Andrés Díaz Castro(Andestdi) dijo...

Amigo, enriqueces mi poema con otro de gran sensibilidad y belleza. Tus palabras también son las del poeta, las del amigo y las agradezco y valoro por su contundencia afectiva y estética. Como ves, por primera vez respondo un comentario en el blog, es tu costumbre y creo que es una buena costumbre. ¡Gracias!

Abel German dijo...

Andrés, un excelente poema, muy eficaz. La perspectiva resulta impresionante. Esa disolución del poeta (y del lector) en los personajes, acerca el tema de un modo muy visceral.

Calavera.

Casa que atesora la oquedad dejada por el único que la habitó y tuvo en ella la irrepetible cita con el unive...