lunes, 5 de octubre de 2009

La cornisa.

Caminar por esta cornisa mental al borde del vértigo, consciente de que pronto me verá la muchedumbre y se iniciará el espectáculo. Tú, a través de varios rostros, no querrás mirar y con los ojos diluviados de dolor culpable, mirarás a otra parte. Para entonces, los demás se verán a sí mismos en sus cornisas interiores y expresarán el doloroso deseo de saltar, pensando o gritando: ¡Salta! ¡Salta!

1 comentario:

Abel German dijo...

Leído y escuchado el texto, sólo puedo decir que se trata de un buen poema. El temor escénico, o al juicio (y su eco en los otros), es un tema complicado que, sin embargo, resuelves de un modo excelente. Seguramente hay otros modos de tratarlo, pero mejores no lo creo.

Calavera.

Casa que atesora la oquedad dejada por el único que la habitó y tuvo en ella la irrepetible cita con el unive...