Irrumpen girasoles mareados, errantes en el
tiempo, olorosos a perplejidad. Asistieron a eneros de euforia, allí donde los
alucinados jugaron a ser dioses y se dispusieron hacer de la juventud arcilla.
Fue solemne. Dicen los girasoles que el aire venía del norte y el sol se
escabullía por puntos nada cardinales, confuso y confundiendo al tiempo
paralizado en los relojes. Los había de arena, de agua y cuerda y cucús de
pájaros raros y voces roncas, paralizados, como corresponde a los comienzos,
que siempre son el comienzo de algo y la muerte de otra cosa. Olía a naranjos,
no se sabe por qué, pero los azahares impregnaban las promesas de un halo
dulce, balsámico, de respuesta a todas las preguntas. Era la trampa. Cuentan
que la ceremonia fue larga e incoherente. A los girasoles no se le puede hacer
mucho caso, conocemos sus obsesiones. Duró meses, años, dicen. Los girasoles
están ebrios, mustios, se desgranan. Los falsos dioses amasaron la
juventud y suprimieron sus luces individuales y las convirtieron en un fulgor
hipnótico para guiar el viaje. Amasaron a la juventud y le insuflaron el fétido
aliento de consignas y marchas, una masa informe de peligrosa homogeneidad. Y
llegaron a creérselo, se entregaron, los jóvenes y se hicieron viejos, entonces
descubrieron que el viaje les llevaba al pasado, desnudos, exhaustos. Alrededor
ruinas y los mismos ritos dirigidos por los mismos dioses decrépitos, alabando
los logros de la marcha, mientras buscan entre los escombros señales de la
juventud perdida. Los nuevos jóvenes, ya sin sueños, cantan un rap rebelde a
pesar de los viejos insomnes. Los girasoles se percatan y se giran,
ávidos, hacia el Oriente.
Blog de poesía y aproximaciones. Todo es posible en el territorio del asombro. Balbuceos de criatura encomillada por infinitos desde su soledad compartida.
jueves, 18 de diciembre de 2014
miércoles, 17 de diciembre de 2014
La caída como vuelo.
El voluptuoso
sesgo
de las palabras
y el viento
más el eco mudo
del graznido
de un ave sin alas
precipitándose
al suelo como
cielo
sin enterarse.
sábado, 13 de diciembre de 2014
Como un insecto.
Esperarás
a que transcurra, se dijo. No sabía bien qué, pero lo dejaba en manos del fluir
inevitable y sabía que el polvo antes fue roca y ahora vuela, no solo, pero
vuela. Son enseñanzas, gratuitas, así, por el solo hecho de estar y tener los
sentidos abiertos, todos, no solo ver, no solo escuchar, no solo hundirse en
olores agradables o desagradables que coquetean con sabores u otras
excitaciones, todos, también palpar, con pulso, con o sin riesgo, a tono con
toda la gama de instantes cálidos o fríos y las texturas más inquietantes o de
piel o de espanto, muerte o esas cosas que nos hacen erizarnos por el misterio.
Todos los sentidos y más allá de ellos, hundirse en las palabras que concurren
a la imagen, cuando acontece o cuando se recuerda, es importante, pues algo
allí detrás siempre quiere decirnos un mensaje y uno como que no quiere
enterarse, tal vez porque la verdad parece que nos gusta, pero realmente nos
aterra. Puede que uno solo quiera que las cosas giren a nuestro alrededor, como
los insectos alrededor de la luz y que la realidad sea otra, nosotros seamos
los insectos. Puede. Quizá esa es la causa del terror. Esperaré, me dije,
asumiendo. Entonces ella entró, como una palabra con rostro y otras
implicaciones y quería hablarme, pero me había acomodado al silencio, ese
silencio rumoroso del que piensa, pero nada concreto, como si todas las
criaturas de los sueños concurrieran en una gran plaza y quisieran ser
escuchadas por uno, en este caso por mí. Así que hago un ademán como quién
espanta algo e intento sumergirme en el río verbal para liberarme, pero no es
fácil. Huella, ella es huella, profunda, de una herida con cuchillo blando,
como caricia que corrompe y siento ganas de llorar y lloro, llorar es una
excreción de algo más que agua y sales, expulso o lo intento, la frustración
que se asocia a su nombre, esa oquedad a la que se aferra su fantasma como el
pálido fulgor de una estrella que ha muerto. Sigo esperando pero ya no pienso,
seguramente estoy viviendo como un insecto.
sábado, 6 de diciembre de 2014
Hueles.
Hueles a una lluvia desconocida
y a un desamparo incorrupto
en aquel mes de un año impreciso
donde se alojan los reproches
con otros olores infieles
por simple contigüidad
Hueles a otro
que eres tú
y yace
en un rincón del tiempo
sin losa
ni epitafio
sin eternidad.
(Hueles)
martes, 2 de diciembre de 2014
Los buitres de la duda.
Los buitres de la duda vuelan bajo
buscan certezas
un hedor de consigna
o el escarceo de una masa famélica
sobre la carroña de las preguntas
Vuelan bajo
y a lo lejos
una nube de polvo
sigue el juego
a un viento que se desnorta
entre cactus y dunas.
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Calavera.
Casa que atesora la oquedad dejada por el único que la habitó y tuvo en ella la irrepetible cita con el unive...

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