viernes, 30 de octubre de 2009

Noche de Sanhein.

Arden los robledales. Los druidas abren sus ojos y hojas para ver más allá de los que están y los que se han ido. Niños monstruosos, famélicos, recorren las calles y aporrean las puertas atrancadas. Este aquelarre el frío se quita la máscara y nos enseña el rostro. Las calabazas huecas tienen velas apagadas y nos dejan desamparados en los caminos. Esta noche, mejor no abrir cuando alguien toca y puede que seamos los que estamos tocando. Arden los robledales.

1 comentario:

Abel German dijo...

Noche de Sanhein, leído y escuchado, logra un efecto impecable. La imagen es inolvidable. También lo es el cómo siempre trasciendes el tema, lo que hace que el poema alcance una dimensión insospechada.

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