Blog de poesía y aproximaciones. Todo es posible en el territorio del asombro. Balbuceos de criatura encomillada por infinitos desde su soledad compartida.
viernes, 20 de noviembre de 2009
Solían preguntar.
Solían preguntar por los caballos
y se les decía que no había caballos
que nunca los había habido
sólo una vaga colección de galopes esporádicos
relinchos
olor a heno
y ruinas como de establos
reminiscencias de algo que pudo ser
pero sucedió en otro camino
Los jinetes seguían preguntando por los caballos
y abrillantaban sus espuelas
Los niños galopaban corceles de palo.
y se les decía que no había caballos
que nunca los había habido
sólo una vaga colección de galopes esporádicos
relinchos
olor a heno
y ruinas como de establos
reminiscencias de algo que pudo ser
pero sucedió en otro camino
Los jinetes seguían preguntando por los caballos
y abrillantaban sus espuelas
Los niños galopaban corceles de palo.
martes, 10 de noviembre de 2009
Huele a tristeza tu mirada.
Huele
tu mirada
en ese lugar de hojas muertas
alfombras en los senderos del viento
Sabe
a beso tu mirada
en la boca sin besos
Se oye
tu mirada
pasos sobre las hojas
de la sombra de un deseo
Se siente
tu mirada
¡La siento!
tu mirada
en ese lugar de hojas muertas
alfombras en los senderos del viento
Sabe
a beso tu mirada
en la boca sin besos
Se oye
tu mirada
pasos sobre las hojas
de la sombra de un deseo
Se siente
tu mirada
¡La siento!
El ave inmortal.
Detrás del año transcurren distancias y augurios, viajes interrumpidos al despertar. Al pasar de uno al otro mundo, lo incompatible son las omisiones, los vacíos en los discursos de las flautas y un timbal imprevisto. Un allegro moderato describe una parábola suicida en los límites, como si la luz creciera para sucumbir en una monótona penumbra. Suelo mirarme en un espejo hecho de segundos, contados por una coronaria insegura y quedo inconforme con mi imagen en disolución, esa desintegración sutil pero imparable, que me lleva al otro lado de estos asuntos. En mi pecho, entre cenizas, revolotea el ave inmortal, no sé si mi corazón resista.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Memorias prescindibles.
Hay una desdicha de trenes y esperas en mi memoria. Un olor a óxido que trasciende y se acomoda en mí prescindiendo de la metamorfosis. Olor petrificado. Andenes nocturnos poblados de cansancio y desaliento. Una extraña fe reptando por los rieles en madrugadas interminables. Un viajar inmóvil por el desespero y sus variantes. Ronquidos, susurros, romances inesperados. Estrellas entrevistas a través de bombillas esporádicas. Cuerpos, muchos cuerpos. Lo inevitable de un viaje a ninguna parte.
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Calavera.
Casa que atesora la oquedad dejada por el único que la habitó y tuvo en ella la irrepetible cita con el unive...

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